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viernes, 21 de diciembre de 2012

El Señor de los anillos: escenas descartadas

Con el reciente estreno del Hobbit, decidí ponerme al día con mis viejas amistades y llamé a Peter Jackson para ver cómo le iba. Agobiado por la crisis, me vendió por un par de millones de euros unos storyboard para unas escenas que habían sido injustamente descartadas de la anterior trilogía. Le di un par de euros, que es lo que tenía encima, y me las dio de todas maneras. Por este motivo he decidido compartirla con ustedes. Estaban basadas en unas escenas que había escrito J.R.R. Tolkien para una reedición de su libro y que había encontrado su hijo debajo de la lavadora... Ahora me dispongo a compartirlas con vosotros. Estoy seguro que darán nueva luz a una revisión de la trilogía del anillo...

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lunes, 17 de diciembre de 2012

MEMORIAS DE UN FRIQUI 1982: los cómics de chicas


El friqui es un machista. La cosa es así de dura, aunque nosotros no queramos verlo, tratamos a las mujeres de forma distinta que a los hombres. En nuestra defensa diré que no es un machismo al estilo Paco Martínez Soria o John Wayne (y ya que estamos con el vaquero, quisiera añadir que nunca he entendido que consideren símbolo de macho a un tipo que viste camisa rosa, lleva un pañuelo en el cuello y camina como si tuviera el culo escocido). Nuestro machismo es diferente, reflexioné sobre ello leyendo unas páginas de Cels Piñol donde una mujer entraba en una librería especializada y al lado había un friqui-bot. El comportamiento del androide, aunque exagerado, no iba desencaminado. Las mujeres para los friquis son como seres de otras esferas de realidad, estoy seguro de que un vulcaniano sería aceptado con más naturalidad en una librería especializada. Es por motivos parecidos a este por los que el friqui es un alma solitaria, dedicada a la compilación de numerosos cómics. Solo hay dos maneras de librarse de la maldición, una será renegando de su afición por otras socialmente más aceptables como el alcohol o el tabaco. Pero en mi caso, eso está fuera de mi alcance, imagínense, si no dejé de coleccionar los X-MEN ni siquiera cuando los guionizó Lobdell...

La otra opción es la de llevar una doble vida, procurar que tu pareja nunca descubra que eres un friqui, algo parecido a lo que hace Clark Kent con Superman. Es lo que hago yo, fíjense, en los cinco años y pico que llevo casado con mi mujer, ella no sabe todavía que en realidad uso gafas.

Pero no nos desviemos del machismo, una ventaja que tiene el nuestro, es que a esto sí le podemos echar la culpa a la sociedad. En nuestra infancia se procuró todo lo posible para facilitar una sima entre ambos sexos: colegios de niños, colegios de niñas; deportes de niños, deportes de niñas; juguetes de niños, juguetes de niñas; tebeos de niños, tebeos de niñas... Esta separación la aceptaba el niño culturalmente y reafirmaba su personalidad integrándose profundamente en su grupo. Así, el niño era también misógino. Por eso, en mi barrio había una separación geográfica para los sexos: en una acera jugaban las niñas a la comba, los cromos, el elástico o las palmitas y en la otra jugábamos los niños a poli ladro, el bote, la guerra, las chapas o la lima. Y ¡ay! de aquel que cruzara ese telón de acero que separaba ambos mundos, si cambiaba de bando y se iba a la acera de enfrente, se convertiría en un apestado, en un paria, en un mariquita; porque, además de misóginos, los niños éramos homófobos (no esperéis una actitud madura entre niños de diez años). Aquello le pasó al pobrecito de Rigoberto que cuando fue visto jugando al elástico, condenó su infancia irremisiblemente.

Los Próceres. Capítulo 3: Lorca, el poeta maldito


LOS PRÓCERES. Capítulo 3: Lorca, el poeta maldito.
A diferencia de los cómics americanos, en los que solo hay mamporros. Los Próceres sí que se preocuparon por la educación de nuestros hijos. Aquí vemos como, además de entretener, nos dan una divertida clase de Literatura y de Historia que ya podrían envidiar muchos de esos profesores modernos. Ya sabéis a los que me refiero, a esos que, en lugar de decirle al niño lo que tiene que saber, se dedica a vaguear con la excusa de que el niño tiene que aprender por sí mismo. Como decimos, estos cómics sirven para enseñar tanto a adultos como a niños, que falta nos hace. Este cómic venía acompañado de una advertencia: “leer con un adulto. Aparecen temas desagradables como la masonería, la república y la sodomía”. ¡Cuánto tenemos que aprender de las Ediciones Carpetovetónicas!

jueves, 13 de diciembre de 2012

MEMORIAS DE UN FRIQUI 1981: mi primera comunión




Es hora de que cuente uno de mis mayores traumas infantiles, tan grande fue que casi dejo de comprar cómics para siempre. Sucedió en mayo de 1981 y, por culpa de los tebeos de Bruguera de Spiderman, tuve mi primera crisis ideológica. Pero comencemos por el principio que, desde que Image comenzó a publicar sus cómics, el recurso de la “in medias res” se ha convertido en un tópico facilón.


Por aquel entonces, Martes y 13 eran tres y aparecían en un programa llamado Aplausos donde el invitado estrella era un dúo que se llamaba los Pecos; Ana Obregón era una actriz emergente que llegaría a la cima de su carrera rodando, años después, un capítulo del Equipo A (mucho antes de triunfar en su papel de bailarina de strip tease cuarentona); Benny Hill era un show novedoso de un rombo; Jesús Hermida presentaba un programa infantil llamado La cometa blanca; en la tele echaban dibujos animados como Tom Sawyer (que ya podrían reponerla) o el Señor Rossi (igualmente), y series como Grizzly y Adams (una de un oso y un cazador que se hacen amigos -¡!-), La casa de la pradera (esta serie que no la repongan, por el amor de Dios) y Con ocho basta; además, Emilio Aragón se llamaba por entonces Milikito y solo tocaba el cencerro, por lo que era más soportable verlo en la tele y hasta tenía más gracia.
Benny Hill, epítome del humor políticamente correcto


Como dije, desde lo último que os conté de mi infancia hasta este mayo del 81, había pasado poca cosa: un presidente del gobierno dimitía de su cargo (es la única vez que ha ocurrido), un guardia civil, pistola en mano, intentó dar un golpe de Estado (es la única vez que ha ocurrido) y Estados Unidos no solo no veía como una amenaza a Sadam Husseim sino que, además, le parecía bien que tuviera armas de destrucción masiva y se las regalaba a espuertas (bueno, esto no es la única vez que ha ocurrido). Sin embargo, a mi parecer, lo más importante que me había pasado fueron otras cosas: por fin empecé a usar el bolígrafo (un paso importante en el desarrollo infantil: a partir de ahora dejaba de ser un niño chico y pasaba a ser todo un niño); había visto el Imperio Contraataca (nunca una película superó la emoción que sentí cuando vi cómo avanzaban por la nieve aquellos enormes camellos metálico); mi colección de cómics había aumentado considerablemente y en la tele emitían series tales como Los nuevos vengadores (que, por desgracia, no tienen nada que ver con los cómics de West Coast Avengers), Spiderman y El increíble Hulk (con Lou Ferringo rompiendo camisas y tirando enormes cajas vacías o rocas de cartón dejaba al público boquiabierto frente a la televisión, lo que demostraba lo poco exigente que éramos por aquel entonces). Pero de todo esto, lo más importante de toda mi infancia estaba por llegar, este año iba a hacer la Primera Comunión.
Por entonces, con un culturista con la camisa rota, flipábanos


Igual que hoy, la Primera Comunión era una especie de cheque en blanco para un niño. ¡Qué demonios! ¿A quién iba a engañar yo? Lo que más ilusión hacía no era recibir el cuerpo de Cristo, ni ser partícipe por vez primera del Sacrificio Incruento del cristianismo… En absoluto, lo que a mí más me interesaba eran los regalos. Nos pasábamos los días previos calculando qué regalos íbamos a pedir y ante tal abanico de posibilidades, he de reconocer que tenía el cerebro saturado. Junto a mi vecino Pancracio (que también iba a hacer la Primera Comunión) compusimos una lista de candidatos:


Estaban los madelman o, mejor, los geyperman que eran más grandes, más fuertes y más machos que los primeros; además, los geyperman tenían tebeos, donde descubrías que el negro se llamaba Brown (sí, sí, negro. A mí eso de afroamericano o afroespañol me parece más desafortunado porque: uno, condiciona tu nacionalidad; dos, no existe el término euroamericano para los no nativos americanos; tres, bajo esa regla de tres -es decir, nombrarte según un antepasado lejano-, todos los indoeuropeos debiéramos llamarnos mesopotámicoeuropeos; y cuatro, la negra no es la única raza que hay en África).
Aquí está el pobre Browm, parece que ha escapado de una peli de zombis. Lo cierto es que los maderman y los geyperman acababan así siempre. Supongo que era el equivalente al síndrome de cuello aplastado de las Barbies


Volviendo al tema de los juguetes, también estaban los Scalectrix, trenes silbatos, airgan boy… Pero entre todos ellos, destacaba uno por excelencia, el que considero el mejor juguete de todos los tiempos, o, al menos, el mejor juguete de todos mis tiempos: los clicks de Famobil, que después pasarían a llamarse los clicks de Playmobil. Estos tenían todas las papeletas para encabezar la lista.


Sin embargo, Pancracio me enseñó un anuncio de periódico que copio tal cual se publicó:
Grandstand. Juego programable de televisor: logre su tercer canal de juegos en su televisor. Cambie de juego sin cambiar de consola, con los distintos cartuchos.
El cartucho incluido en la consola contiene: fútbol, tenis, frontón, práctica de frontón, hockey, tiro al blanco (uno o dos jugadores), baloncesto, práctica de baloncesto y gridball. Con otros cartuchos, juegue a los formas de derribar ladrillos, sea piloto de carreras de Fórmula 1, practique el moto-cross, salto de obstáculos o el enduro, tire al pichón y al plato con fusil (incluido) hunda submarinos con su destructor, etcétera, etcétera. 10.500 pesetas.”
Era jugar con la tele, el primer videojuego que conocí. Por entonces no era un peligro para las neuronas de mi generación


Aquella fue la primera noticia que tuve de un videojuego, pero eso, como en La historia interminable, es otra historia que contaremos en su debido momento.


En fin, mi Primera Comunión estaba en marcha cuando, leyendo un tebeo de los Cuatro Fantásticos, más bien era de Spiderman en cuyas últimas páginas te solían colocar la primera familia Marvel, me percaté de una realidad: ¿Había hecho Franklin Richards la Primera Comunión? ¿Iban a misa los 4F o Spiderman? Mira que D. Julio nuestro violento maestro había sido bien claro: si no se comulga, se va al infierno. Si no se va a misa, se va al infierno. Si no se confiesa, se va al infierno… era tan fácil acabar ahí y, la verdad, yo no veía que eso preocupara especialmente a estos cuatros. ¿Estaría leyendo un tebeo pecaminoso lleno de ateos? Entiéndase que, por entonces, yo no conocía ateos, de hecho, no conocí a ninguno hasta la adolescencia cuando me presentaron a dos grandes coleccionistas de tebeos, Sergio y Roberto y no podía dudar de que eran buenas personas pues consideraban Watchmen una obra de arte. Hasta entonces, mi círculo amistoso era cristiano católico apostólico romano y tradicional. De este modo, me encontraba en una crisis bastante acuciante: ¿Y si Ben, Johny, Sue, Reed, Peter, y los demás eran ateos? ¿Tendría que dejar de leerlos? O, si elegía hacerlo ¿No debería dejar de hacer la Primera Comunión? Mira que el maestro había dejado claro que a partir de la Comunión ya no se podía pecar así como así. Que, a partir de entonces, ir al infierno era todavía más fácil (si es que alguna vez fue difícil acabar allí).
Lo único guay que tenía el infierno era ver a Mefisto en su salsa. Algo es algo


Por un lado, sabía que había paganos e idólatras asquerosos en el universo Marvel como Thor o Hércules, pero, los otros, no sé, se les veía tan buenos muchachos…


No podía vivir con esa angustia, no podía confiarle esa duda a mi madre, porque lo mismo aprovechaba ese momento de crisis para que renunciase a mis cómics, así que recurrí a mi maestro, D. Julio.


-D. Julio, si uno es muy bueno, siempre hace el bien por encima de todas las cosas, pero no hace la comunión, ni los sacramentos, ni va a misa… ¿No se libra del infierno?
-No, Gumersindo, irá de cabeza al infierno porque no ir a misa ni hacer los sacramentos es un pecado tan horroroso como matar.
D. Julio vio mi expresión de terror y preocupación, así que me preguntó.
-Porque tú harás la comunión, ¿no?
- Pues la verdad, no sé
Frunció el ceño, cogió la regla y me calentó la mano a reglazos hasta que solté un «sí» categórico.


-Y no se te ocurra hacer una trastada en la misa delante de todos los padres, porque además de ir al infierno, acabarás con la palma de la mano sin piel ¿entendido?


D. Julio llamó a mis padres y no sé qué les dijo, pero mi madre me dio una larga y seria charla sobre el cielo y el infierno y, finalmente, sobre los juguetes que no recibiría. Años después averigüé que había habido un antecedente en mi familia durante la Comunión, un primo mío había echado a perder la comunión de todos los niños. Nunca supe exactamente qué hizo, ese tema es tabú en mi familia aun hoy en día. Supongo que eso explica parte de la salvaje reacción de D. Julio, la otra parte la explica el que ese desgraciado siempre reaccionaba salvajemente ante cualquier contradicción a su palabra. Era su forma de evangelizar.


Estaba decidido. No iba a comprar más cómics. Ya los miraba con nostalgia, apilados en la repisa, arrugados y doblados. Entonces entró mi primo Gregorio. Pese a que tenía solo dos años más que yo, para mí era el equivalente a un adulto, así que le confié mi crisis.


-ven conmigo –me dijo. Fui a su casa y me enseñó unos tebeos donde aparecían los cuatro fantásticos casándose en una iglesia y, entre los invitados, estaban un montón de superhéroes (¡hasta Superman!) que ayudaron para que la boda no la chafase el cabrito del doctor Doom. Además, me enseñó un tebeo donde se enfrentaban a Mefisto (el demonio) y le vencían, lo que les convertía en unos santos.
No te podías quejar de que te cayeran estos regalos (y otros peores) porque el verdadero regalo era recibir el cuerpo de Cristo y tener la opción de ir al infierno


Mi crisis desapareció en un plis plas. No tenía que elegir, así que hice la Primera Comunión y, en el convite, me regalaron un montón de estúpidos “Recuerdos de mi primera comunión” con plumas blancas y crucifijos dorados, libritos de “mi primera comunión”, libritos de santos, cómics de santos, una caja de rotuladores y ni un puto click. Bueno, por lo menos, mi amigo Pancracio acabó más desilusionado, porque en vez del videojuego, le regalaron un estúpido disco de Enrique y Ana. Y sí, eso de «mal de muchos, consuelo de tontos» me convierte en un tonto, pero en un tonto consolado.



lunes, 10 de diciembre de 2012

Los Próceres. Capítulo 2: el sodomita


 Aunque las tiras aparecen firmadas por su presente salvador, en verdad su creador, guionista y dibujante se llamaba J. Andrade. Un genio que, por esas injusticias tan típicas de nuestro país, en lugar de tener calles con su nombre, acabó siendo ignorado por las generaciones posteriores. Este autor, no solo revolucionó el panorama del cómic, sino que se cree que también escribió el guion de una de las mejores películas de nuestro cine: Raza, dirigida por Sáenz de Heredia y protagonizada por Alfredo Mayo. Su calidad fue tal que muchos pensaron que la había escrito el propio Franco. En esta tira asistimos a la primera aparición de Fermín, con el que sus jóvenes lectores se sentirán identificados y que servirá como ejemplo para todos los niños. En el cómic vemos cómo colabora activamente con los Próceres para hacer cumplir la ley...

MEMORIAS DE UN FRIQUI 1980: MI PRIMER CÓMIC


 Apareció en Dreamers el 17/06/2003
Recientemente nos ha invadido una extraña ola de nostalgia de los años sesenta y setenta: Cuéntame, discos que se reeditan, nuevas versiones de canciones antiguas, remakes de películas o series, vuelven a salir los Madelman (aunque yo los recordaba más grandes, será que por entonces yo era niño), Incluso se ha hecho patente en mi mundo más íntimo, el de los cómics: vuelven a salir aquellas historias de Vértice y Bruguera a través de la Biblioteca Marvel y demás reediciones, además, hay una tendencia de “regreso a los orígenes” en los tebeos que ya te cuento. Pero, ¿Qué hay de los años 80? ¿Aquellos que, aunque naciéramos en los setenta, debemos nuestros recuerdos más felices e inocentes a esa década? ¿Es que no tenemos derecho a la nostalgia? Por ello, llevado por la corriente nostálgica que invade nuestra sociedad, he optado por hacer un repaso de mi infancia. Sí, sí, os voy a contar mi vida.

Vale, vale, ¿Por qué tengo que usar esta página web para hacerlo? ¿Por qué no lo hago en www.cuentanostuspenas.com , por ejemplo? La respuesta es simple, porque yo soy un friqui. Sí, sí, un friqui. Si los que sois jóvenes y friquis os sentís incomprendidos, marginados por una sociedad que os teme y os odia, este sentimiento no hará más que extremarse con el paso de los años. ¿Cuando consigáis la independencia? ¡Ja! Cuando me casé, no esperaba que tuviera que volver a comprar los cómics a hurtadillas, leyéndolos a escondidas para que mi esposa no me dijera aquello de «¿Todavía sigues comprando tebeítos?». A veces creo que tuvimos el niño nada más para que yo pudiera ir a las librerías especializadas con la cabeza bien alta y decir «Buenos días, quisiera comprarle a mi hijo de cuatro años el X-Men, el Increíble Hulk, Bone, Spiderman, Sandman y la Liga de los Extraordinarios Caballeros».

Por otro lado, me resulta imposible remontarme a un recuerdo remoto sin poder recurrir al ancla de los cómics, las series de dibujos animados o las películas que se estrenaron por aquel entonces.

Así que voy a comenzar a contar mis recuerdos más preciosos, nací en Sevilla, en 1972. Por entonces, ponerle a un niño el nombre del abuelo era normal, así que, para mi desgracia, a mi hermano mayor le habían puesto ya el nombre de mi abuelo Antonio, por lo que optaron por el que se había quedado libre, el de mi abuelo Gumersindo, que, además, llevaba años muertos cuando nací, por lo que nunca podré vengarme de él.
Poco puedo decir de mis primeros años, porque lo cierto es que mi vida la empiezo a recordar a partir de los ocho, cuando entré en la década de los ochenta: la democracia era algo nuevo, se sufrió el último intento de golpe de Estado, se jugaron unos Mundiales de fútbol aquí, Maradona todavía era un modelo de comportamiento, un jovencísimo Miguel Bosé le cantaba a Superman con traje ajustadísimo (y no me pidan que describa su baile), en los colegios de curas te pegaban cosquis, decir titi o qué puro era lo más innovador, el anuncio más polémico era el de Fa porque se veía lejanamente una teta, los muñecos eran juguetes y no delicadas piezas de coleccionistas, Tulipán aterrizaba sus helicópteros en mitad de los polideportivos para repartir mantequilla, el bollicao era la nueva merienda ideal, podías jugar con pistolas de mixtos sin sentirte un futuro criminal probelicista, los cantantes infantiles cantaban canciones infantiles, las cosas de mayores tenían dos rombos, era imposible hacer zapping porque solo había un canal y medio (la segunda emitía solo por la tarde) y los anuncios solo interrumpían un par de veces las películas.

MEMORIAS DE UN FRIQUI. PRESENTACIÓN

Hace más o menos un milenio, empecé a escribir una serie de artículos para la página Dreamers donde cruzaba la nostalgia más ochentosa con mi debilidad friqui. Así, creé al personaje Gumersindo Díaz y empecé a contar su historia hasta que una serie de azares me hicieron abandonarlo en el año 1985. Ahora he decidido recuperar este personaje reeditando aquellos artículos y me propongo continuar su historia. Aviso de dos cosas:

- no es autobiográfico, aunque a veces trabajo con recuerdos propios y ajenos, así como nombres de amigos.
-la historia que se cuenta entre los años 1980 y 1985 se escribieron hace unos diez años, por lo que habrá detalles que ya han quedado atrás, tales como chistes sobre Michael Jackson (que estaba vivo por aquel entonces), otras cosas sí son más actuales como la enésima reposición de la tortuosa serie Ana y los 7.

En fin, os dejo con las penas de Gumersindo, espero que las disfrutéis tanto como las sufrió él...

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Los Próceres. Capítulo 1: ¡La mujer atómica!



Por petición popular (me lo pidió mi primo el del pueblo), he podido rescatar de un injusto olvido aquellas tiras protagonizadas por los Próceres, pertenecientes a la hoy desaparecida Editorial Carpetovetónica. Los Próceres son, posiblemente, los primeros superhéroes españoles del cómic. Ahora, que con los planes de educación de Wert parece que la nostalgia vuelve a estar de moda, no está de más volver a leer estas insólitas aventuras que, además de entretener, resultaban muy educativas por los valores que defendían. Sirva como ejemplo la presente historieta, en la que el autor, lejos de esas desmadrados guiones americanos donde los supermanes de turno se dedicaban a salvar el mundo (algo que no interesaba al público de a pie, porque no se sentía identificado), los Próceres se preocupan por salvar un matrimonio normal y corriente. Sin más dilación, preparen sus pupilas y disfruten...