En 1984 una película cambió la historia del cine y del pensamiento
occidental. Gremlins sacudió nuestras mentes con contundencia, es
imposible que una persona no cambie tras haberla visto. ¿El motivo?
La película posee múltiples niveles. Ya en nuestra infancia fuimos
capaces de interpretar esa alegoría del difícil paso de la infancia
a la madurez a través de unos tiernos peluches que se convierten,
por culpa de la rebeldía, en unos desgarbados bichos escamosos.
Aquí vemos al tierno animalillo durante su infancia. Todo un peluche para hombres que nunca sentirían amenazada su heterosexualidad. |
y, poco despés, vemos los estragos que han hecho en él la pubertad y una educación descuidada. |
Sin
embargo, la historia es más compleja que eso. Ya Murray Bookchin
abrió la puerta a nuevas perspectivas gracias a su artículo
“Gremlins o la parábola del capitalismo suicida” donde
vislumbrábamos ya un mensaje transgresor. Sin embargo, el conocido
pensador se equivocaba al relacionar la obra con el ecoanarquismo,
dejándose influir por su propia ideología. Si estudiamos la
película con detenimiento, podremos ver una oda al anarcocomunismo
en toda regla.
Así, sin más preámbulos, pasaré a analizar el polémico guion de
Chris Columbus, conocido principalmente por su ideología
anarcocomunista y que, en plena era Reagan, tuvo que convertir una
historia subversiva en una película de fantasía sociológica.
Para quien no la haya visto, haré un breve resumen: el padre más
cutre del mundo le regala a su hijo por Navidad una mascota
maloliente (no ha tocado nunca ni una gota de agua) que ha comprado
en un chino. Como es lógico, esa mascota acarreará un montón de
problemas. Por una parte, si le da la luz, se muere; si toca el agua,
se reproduce descontroladamente y si se le alimenta fuera de un
estricto horario, el bicho se estropea. El dueño, sin embargo,
consigue en tan solo un par de días incumplir todas y cada una de
esas condiciones no se sabe si por rebeldía o por mentecatez.
Escena en la que el padre intenta compensar años de abandono con el peor regalo de todos los tiempos. Véase la cara de circunstancias de la madre, parece que intenta recordar el nombre de su marido |
En tan solo una noche, hay una plaga de bichos mal clonados a partir
del original y ese regalo convierte al pueblo en zona catastrófica.
Después de matar a un montón de gremlins, el padre devuelve el
regalo de Navidad al chino y este no le devuelve el importe ni le da
un vale de regalo, ni pide disculpas. El cliente puede tener razón,
pero es el empresario el que siempre se lleva el dinero. Fin.
Ahora pasamos al análisis en el que podemos ver con claridad que la
intención de Columbus era la de mostrar una feroz crítica al
capitalismo. Todo transcurre en las fiestas más consumistas del año:
las navidades.
El regalo, como dijimos, lo compra en un chino. Ya vemos una sutil
crítica de la deslocalización de las empresas que cerraban en
Estados Unidos para abrir en países asiáticos y ahorrar en mano de
obra. Provocando el paro y la desprotección del obrero.
Esta mano de obra barata y la fabricación masiva quedan
inteligentemente representadas por la proliferación de copias
defectuosas y perniciosas que surgen a partir de su líder Stripe
(que, dicho sea de paso, significa en inglés “clase”
refiriéndose, por su puesto, a la clase obrera).
Cabe añadir que el agua, ese símbolo freudiano de la sexualidad, es
aquí una de las prohibiciones y, también, el elemento que propicia
la multiplicación de la esclavitud moderna. De este modo, el
guionista nos manda un mensaje: los países con más represión
sexual, suelen estar superpoblados, lo que conduce a la pobreza y,
por tanto, a ser presa fácil de las multinacionales y sus abusivos
contratos de explotación.
Aquí está Stripe en pleno acto reproductivo, esta escena fue censurada en múltiples países por su alto contenido sexual |
La tercera prohibición (no comer después de
medianoche) es un guiño a estas multinacionales, en especial, a las
de comida rápida que están abiertas durante las 24 horas. A su vez,
es esto lo que convierte a los ositos de peluche en esos reptiles
llenos de dientes. Una obvia referencia a los alimentos transgénicos
y hormonados.
Todo provocará la destrucción del apacible pueblecito en el que
vivían los protagonistas, metáfora de la crisis del pequeño
comercio frente a los mastodónticos e inhumanos centros
comerciales.
La genialidad de Columbus no se detiene aquí. Señala cuál es el
origen de toda esta sucesión de desgracias: el que las empresas
hayan convertido a la familia en un objetivo comercial. El ambiente
en el que se educa el protagonista, con una madre invisible, un padre
centrado en el trabajo y él mismo totalmente desatendido, creará un
vacío emocional. Este vacío es necesario para el capitalismo porque
gracias a él, millones de personas intentarán llenarlo o expresarlo
con regalos navideños. Como lo emocional no puede ser sustituido por
lo material, la familia presencia cómo ese vacío es cada vez mayor.
Entrando así en un bucle de infelicidad y consumismo.
Juego, tabaco, alcohol y comida basura acaban siendo uno de esos sustitutivos materiales del vacío vital del trabajador, que tendrán que aceptar un régimen de esclavitud para mantener sus vicios |
La trama tomará un giro radical cuando el protagonista conoce a una
joven terrorista antisistema que odia el capitalismo (o, lo que es lo
mismo, la Navidad) y que posiblemente asesinó a su padre durante
esas fechas. Ambos, sumidos en una espiral de violencia, volarán un
cine abarrotado mientras se proyectaba Blancanieves (la película
favorita de Hitler, relacionando fascismo y capitalismo). El líder,
Stripe, será destruido después con la luz, símbolo de la verdad o
el conocimiento.
Junto a ella, cometerán un atentado contra un cine y asesinarán a todos estos espectadores mientras que estaban viendo una película infantil |
Dejando a un lado el radicalismo del guionista, es indudable que se
trata de una película que nos habla de temas actuales ante los que
nadie puede ser indiferente.
Finalmente, el chino, tras haber destruido la economía del pequeño pueblecito, se lleva a Gizmo y se marcha en busca de otra víctima. |
Años después, Charles S. Haas escribirá una secuela donde
propondrá una lectura marcuseniana de las tesis de Habermass sobre
el uso de la burocracia y la tecnología para despolitizar al
ciudadano. Pero esta segunda parte es tan directa, tan obvia, que
analizarla sería caer en la paráfrasis.
En lo concerniente a Columbus, acabaría dirigiendo una película en
la que presentará una feroz crítica al adoctrinamiento consumista
en las escuelas, esa película, Harry Potter, será digna de un
análisis más pormenorizado, pero eso será en otro momento.